Seis sombreros para pensar, Edward deBono
A menudo necesitamos indicar el
modo en que se está expresando algo. Si “actúas como si” fueras un pensador, te
convertirás en uno. Es posible que el tibetano piense en la lista de ropa para
lavar mientras hace girar la rueda de rezo. Importa la intención de rezar y no
tanto las vibraciones emocionales o espirituales que muchos cristianos se
exigen a sí mismos. Si tienes la intención y te manifiestas a ti mismo muy
pronto tu cerebro desempeñará el rol que estás representando. La intención no
es suficiente, deben ser desempeñados ciertos movimientos: acción.
Actualmente un sombrero es algo
raro. Los sombreros tienden a definir un rol. Existe la idea de un sombrero
para pensar. El ponerse un sombrero de un modo deliberado es algo muy preciso.
La erudición y el pensamiento raramente coinciden. Pensar no es una excusa para
no hacer, sino un modo de hacer las cosas mejor. Una imagen mental de alguien
que usa un sombrero para pensar podría
servir para evocar el estado mental tranquilo y despreocupado necesario para
que cualquier pensamiento implique algo más que “meras reacciones frente a una
situación”. Vale la pena plantearse si usted considera que le pagan para pensar
o para seguir el pensamiento de alguien.
El pensamiento automático sirve para encarar rutinas: el pensamiento
deliberado sirve para hacer las cosas mejor, no sólo para encararlas y
resolverlas cuando aparecen. Conducir un automóvil es pensamiento reactivo. El
otro tipo de pensamiento está relacionado con el trazado de mapas.
Un programa para enseñar a pensar
se llama TIC. En lugar de solo reaccionar ante una determinada situación, se
trata de trazar un mapa simple. Para ello se enfoca primero hacia lo positivo y
luego hacia lo negativo, finalmente hacia lo interesante. El mapa está trazado
y el pensador puede escoger su ruta.
El tipo de pensar que traza mapas
requiere cierto distanciamiento. No es así el tipo de pensamiento automático.
La costumbre occidental de la argumentación y la dialéctica es defectuosa;
excluye lo creativo y lo generativo. El pensamiento crítico no hace nada para
producir propuestas. La habilidad para pensar debería estar incluida en el
contenido de los planes de estudio en la misma medida que otras áreas. En
Venezuela está regulado por ley: ciertas horas semanales para desarrollar
habilidades de pensamiento. Ser un pensador implica habilidades totalmente
distintas. Se puede mejorar en el pensar del mismo modo que en el fútbol o en
la cocina, sin que ser un pensador signifique tener la razón siempre ni ser
inteligente, únicamente tener consciencia de ser un pensador: la intención es
el primer paso. Los seis sombreros para pensar ofrecen una forma de pasar la
intención a desempeño efectivo.
Los seis sombreros son un marco
en el que se escoge qué rol (sombrero) se utiliza en cada momento, estando cada
uno de ellos asociado a una perspectiva sobre el tema que se trate. El ego de
la persona está protegido porque únicamente se vincula a lo bien que se ejecute
el rol y queda muy claro que se está desempeñando un papel. Se pretende una
estrategia cartográfica: primero se dibuja un mapa y luego se escoge una ruta.
El cerebro es un sistema de
información activo, lo que significa que organiza por sí mismo la información y
no es ésta la que queda en la superficie a la espera de ser organizada por
alguien. Es la naturaleza activa del sistema nervioso. Nuestros cerebros están
diseñados para ser brillantemente “no creativos”.
Las soluciones químicas alteran
mucho los umbrales y sensibilidades de las unidades nerviosas como consecuencia
de sutiles cambios: tenemos un cerebro diferente para cada trasfondo químico
diferente.
Las emociones son parte esencial
de nuestra capacidad de pensar y no sólo algo extra que nos confunde el
pensamiento. Si empezamos a pensar del modo normal o bien tratamos de excluir
las emociones o bien avanzamos en zigzag entre emoción y razón no damos al
cerebro una oportunidad de establecer una conclusión determinada.
El propósito de utilizar esta técnica
de los seis sombreros para pensar es dirigir la atención, la conveniencia en
las formas, la base cerebral que lo fundamenta y el marco lúdico con el que es
compatible.
El sombrero blanco es una
perspectiva lógica y neutral de las cifras y los hechos. Cualquier persona que
esté formulando preguntas para obtener información necesita asegurarse de que
ella o él mismo están utilizando el pensamiento blanco. El pensador de sombrero
blanco anima a separar en su mente con toda claridad el hecho de la extrapolación
o de la interpretación. En la práctica se establece una especie de sistema
doble: hechos probados y hechos creídos. Antes de actuar en base a un hecho o
ponerlo como base de una decisión debemos verificarlo efectivamente. Tu propia
opinión nunca es admisible con este sombrero.
La verdad no está tan íntimamente
relacionada con los hechos como con la mayoría de la gente parece imaginar. La
verdad está relacionada con la filosofía.
Se puede poner uno mismo su
propio sombrero, pedir a alguien que se lo ponga pedir a otros que se lo pongan
(o quiten) o responder con el sombrero puesto.
La credibilidad varía desde el
“siempre verdadero “hasta el “nunca verdadero”, existiendo niveles intermedios.
El pensador de sombrero blanco se esfuerza por ser más neutral y más objetivo
al presentar la información. El blanco indica neutralidad.
Sombrero rojo: emociones y
sentimientos. Es el opuesto al blanco, autoriza formalmente a expresar
sentimientos que van desde la pura emoción hasta el presentimiento. Se
legitiman las emociones y sentimientos como una parte importante del pensamiento.
Nunca hace falta justificar lo que se siente. El punto de vista tradicional
sostiene que las emociones confunden el pensamiento. Se supone que el buen
pensador debe ser frío y distanciado y no dejarse influir por emociones. Sin
embargo toda decisión correcta debe ser emocional en última instancia. Cuando
hemos usado el pensamiento para trazar el mapa son valores y emociones los que
determinan la ruta que elegimos. Las emociones dan relevancia a nuestro
pensamiento y lo acomodan a nuestras necesidades y al contexto del momento. Son
una parte necesaria del funcionamiento del cerebro.
Puede haber un fuerte trasfondo
de emociones tales como miedo, ira, odio, sospecha, celos o amor. Este trasfondo
pone límites y colorea toda percepción. El propósito del pensamiento de
sombrero rojo es hacer visible este trasfondo para que se pueda observar su
consiguiente influencia. La percepción inicial es la que dispara la emoción. El
sombrero rojo permite sacar los sentimientos tan pronto como surgen
directamente a la superficie.
El mapa trazado deberá incluir
las emociones que hizo patentes el sombrero rojo. Se legitiman con este
sombrero, es una coartada desde la privacidad de la mente de cada uno. Cabe en
este sombrero la intuición como “discernimiento súbito” o como un consejero del
que fiarse si ha sido fiable con anterioridad. La intuición no es un oráculo
mágico, pero es real y puede contribuir.
Este sombrero hace que no sea
necesario adivinar los sentimientos de los demás. Una vez expuestas se pueden
investigar e incluso cambiar. El pensamiento puede alterar las emociones, no
desde la parte lógica sino desde la parte perceptiva. Si vemos algo de un modo
distinto que antes, esta percepción modificada puede alterar nuestras
emociones. No siempre es posible, pero siempre vale la pena intentarlo. De vez
en cuando es útil imaginar un trasfondo emocional distinto y ver cuán
diferentes serían las cosas.
Las emociones se utilizan en
reuniones para mejorar posiciones de negociación. Se depura el valor que tienen
las cosas para cada parte.
No cabe justificar una emoción
expresada, aunque se nos eduque para ello. Explorar emociones o trabajar sus
fundamentos no forman parte de este sombrero.
El sombrero negro equivale al
“abogado del diablo”: por qué no funcionará, juicio crítico justificado. Un
intento de presentar los elementos negativos del mapa. La mayoría de pensadores
se sentirán cómodos con este sombrero por el énfasis cultural en la crítica y
discusión. Es una parte muy importante del pensamiento y es siempre lógico,
negativo pero no emocional.
Deben ser razones que valgan por
sí mismas, utilizables por cualquiera, razonables con independencia de la
persona que la expone. Debe ser un pensamiento lógico y veraz pero no
necesariamente justo. Un pensador debe tener la oportunidad de ser puramente
negativo. Para combatir a los pensamientos de sombrero negro por naturaleza se
puede invitar a alguien a quitarse el sombrero negro y ponerse el amarillo
durante un tiempo. A nadie le gusta ser incapaz de tomar perspectiva. Retener
el pensamiento de sombrero negro por temor a que los aspectos negativos
destrocen una idea es anular por completo el propósito del pensar con seis
sombreros.
Cuando sea posible se deberán
exponer alternativas para evidenciar errores de lógica, sosteniendo que todas
las alternativas son igual de posibles pero no igual de probables. El
pensamiento de sombrero negro nunca es un argumento. También se deberá utilizar
cuando sea posible estadísticas o experiencias reales. Si las pruebas son
débiles se pueden clasificar como opiniones y en el futuro se podrán ignorar o
atender.
Es obligación de este sombrero
presentar riesgos, peligros, déficits y potenciales problemas. Se trata de
trazar un mapa, no de discutir. Una vez reconocido un peligro se puede
presentar una respuesta, dar puntos de vista alternativos, aplicar sombrero
negro al sombrero negro de otro o indicar un punto de vista alternativo e
improbable.
El pensamiento negativo es
atrayente porque su logro es inmediato y completo. Probar que alguien se
equivoca provoca satisfacción inmediata. Proponer una idea constructiva no
ofrece ningún logro hasta que la idea le gusta a alguien o se puede probar que
funciona.
Hay mucho pensamiento de sombrero
rojo que se disfraza de negro. Generalmente se sostiene que el crítico presta
un servicio útil cuando señala los defectos de menor importancia, porque lo que
en realidad está diciendo es
“corrigiendo este defecto, quedará perfecto”. Es mucho más fácil ver los
defectos de las propuestas que ver sus virtudes, una vez que la mente se ha
dirigido hacia lo negativo es difícil ver lo positivo.
Sombrero amarillo, especulativo
positivo. El ser positivo es una opción. Podemos elegir mirar las cosas de
forma positiva, concentrarnos en los aspectos positivos de una situación,
buscar los beneficios. Es lo opuesto al negro, pero hay más razones para ser
negativos que positivos para protegernos de errores, riesgos y peligros. Es un
pensamiento mezcla de curiosidad, placer, codicia y deseo de “hacer que pasen
cosas”. La mayoría de personas es positiva cuando está presentando una idea propia.
Aunque el pensamiento de sombrero
amarillo es positivo, requiere tanta disciplina como los anteriores, es una
búsqueda deliberada, no sólo opinar positivamente sobre lo planteado. No sirve
de nada devanarse los sesos para encontrar remotos aspectos positivos, puede
haber importantes aspectos positivos que no sean evidentes a primera vista.
La variedad de lo positivo va
desde lo optimista en exceso hasta lo lógico-práctico, debemos ser cautos en el
uso de esa variedad. La clave está en considerar la acción que sigue al
optimismo, sin limitarnos a lo conocido y sensato. Vale la pena anotar las
sugerencias optimistas y ponerlas en el mapa, calificarlas y estimar la
probabilidad de forma aproximada.
Una afirmación positiva puede
basarse en la experiencia, información disponible, deducción lógica,
presentimientos, tendencias, suposiciones y esperanzas. Si no hay razones,
mejor poner los pensamientos bajo el sombrero rojo.
El sombrero amarillo debería dar
respaldo al optimismo que ha manifestado de forma concienzuda y cuidadosa. Nos
empeñamos en discutir los posibles beneficios, después buscamos justificarlos.
Los aspectos generativo y constructivo del pensamiento son materia del sombrero
amarillo. Las ideas, sugerencias y propuestas deben surgir del pensamiento de
este sombrero. Un aspecto del pensamiento amarillo se ocupa del pensamiento
reactivo. Una vez hecha la sugerencia se puede seguir desarrollándola y someter
a juicios de otros sombreros. No hace falta que sean sugerencias especiales o
muy ingeniosas. Una vez que el sombrero amarillo ha encaminado la mente del
pensador para que haga una propuesta es posible que no sea difícil dar con la
propuesta en cuestión.
El pensamiento de sombrero
amarillo se ocupa de la generación de propuestas y también de la evaluación
positiva de las propuestas. Hay un tercer aspecto entre estos dos: el
desarrollo o “construcción” de la propuesta. Esto es mucho más que la evaluación
reactiva de una propuesta, es continuar con la construcción. Tiene que ver con
la especulación como conjetura y con la esperanza, por lo que se debe tener un
sentido del beneficio potencial. No es sólo juicio y propuestas, es una actitud
que se adelanta anua situación con esperanza positiva. El aspecto especulativo
de este sombrero es cierto sentido de la oportunidad, más allá de la resolución
de un problema y perfeccionamiento. El punto de partida de la especulación es siempre
el mejor escenario, el mejor caso posible, de forma que se pueda estimar el
mejor beneficio posible.
Incluye la visión: una visión
produce un estímulo y excitación que superan al juicio objetivo y establece una
dirección para pasar a la acción.
La aplicación eficaz de las ideas
viejas es un ejercicio adecuado del sombrero amarillo, pero no la creatividad.
Tal y como el pensamiento de
sombrero negro puede detectar un error y dejarlo en manos del amarillo para que
lo corrija, el amarillo puede definir una oportunidad y pasarla al sombrero
verde para que lo novedoso la pueda aprovechar.
Sombrero verde: se ocupa
específicamente de las nuevas ideas y nuevas formas de enfocar las cosas, del
cambio, es un esfuerzo deliberado en esta dirección. La urgencia por hacer
mejor las cosas debería ser el trasfondo de todo nuestro pensamiento. Aunque no
sean provocaciones, las ideas nuevas son brotes que necesitan el cuidado del
sombrero verde para protegerse de las costumbres del sombrero negro. Se puede
pedir, indicar o señalar el uso de este sombrero de forma expresa y, sobre todo
con intención: reservando este tiempo para el pensamiento creativo, nada que
ver con “esperar a que las ideas ocurran”. El pensamiento creativo deja de ser
un lujo. Para la mayoría de personas el pensamiento creativo resulta difícil
porque es opuesto a los hábitos naturales de reconocimiento, juicio y crítica.
A la mayoría de pensadores les gusta estar seguros, la creatividad implica
provocación, exploración y riesgo: no se puede predecir el resultado del
experimento. El sombrero verde no puede hacer a la gente más creativa, pero
puede dar el foco y el tiempo para serlo: si uno pasa más tiempo buscando
alternativas es más probable que las encuentre.
La creatividad es más que un mero
ser positivo y optimista. Estos sentimientos encajan en el sombrero rojo. El
sombrero verde exige verdaderas ideas nuevas, nuevas propuestas y más
alternativas. Uno no puede ordenarse a no mismo tener una idea nueva, pero sí
puede ordenarse a uno mismo intentarlo.
El pensamiento lateral se ocupa
específicamente de los conceptos y percepciones cambiantes; éstos son
organizaciones históricamente determinadas (pautas) de experiencia. El
pensamiento lateral se basa en sistemas activos de información que se organizan
a sí mismos. El pensamiento lateral
consiste en cambiar de pautas en un sistema asimétrico de formación de pautas.
Tal como el pensamiento lógico se basa en el comportamiento del lenguaje
simbólico, el pensamiento lateral se basa en el comportamiento de los sistemas
de formación de pautas. Existe una relación muy estrecha entre los mecanismos
del humor y los del pensamiento lateral. Ambos dependen de la naturaleza
asimétrica de las pautas de percepción.
Las técnicas deliberadas del
pensamiento lateral se basan directamente en el comportamiento de los sistemas
de formación de pautas. Las técnicas están diseñadas para ayudar al pensador a
soslayar las pautas en vez de limitarse a seguirlas. El pensador soslaya
pautas, da en una nueva y cuando esto parece tener sentido acontece el efecto
Eureka.
Gran parte de nuestra cultura
está orientada hacia el pensamiento en tanto “procesador”. Hemos desarrollado
sistemas excelentes que incluyen matemáticas, estadística, procesamiento de
datos, lenguaje y lógica. Pero todos estos sistemas de procesamiento sólo
pueden trabajar con las palabras, símbolos y relaciones que proporciona la
percepción. La percepción reduce a estas formas el complejo mundo que nos
rodea. En esta área de la percepción trabaja el pensamiento lateral, que pone a
prueba y altera las pautas establecidas. El pensamiento lateral involucra
actitudes, expresiones, pasos y técnicas.
En el pensamiento normal
utilizamos el juicio, opinamos que en efecto concuerda o señalamos por qué no.
Con el pensamiento de sombrero verde debemos utilizar un lenguaje diferente.
Reemplazamos el juicio por el movimiento, que es una expresión clave del
pensamiento lateral. El movimiento es una expresión activa. Utilizamos una idea
por su valor de movimiento. Hay distintos modos voluntarios de obtener
movimiento de una idea: entre ellos extraer principio, concentrarse en la
diferencia, etc. Con el movimiento usamos una idea por su efecto prospectivo,
para ver a dónde nos va a conducir, para avanzar. Veremos que la provocación y
el movimiento van juntos. El punto clave que debemos recordar es que avanzamos
con una idea o a partir de una idea. El movimiento es un proceso dinámico, no
de envejecimiento. ¿Qué es lo interesante de esta idea? ¿qué sugiere? ¿Qué
tiene de diferente? ¿a qué conduce? Son preguntas propias del idioma del
movimiento.
La lógica de las provocaciones
surge directamente de la lógica de los sistemas asimétricos de formación de
pautas. Podemos sentarnos a esperar provocaciones o podemos decidir producirlas
deliberadamente. Esto sucede con el pensamiento lateral. La habilidad para
utilizar provocaciones es una parte especial del pensamiento lateral.
Por definición una idea ilógica o
absurda no puede existir en nuestra vida cotidiana, una provocación nos ayuda a
salir de las pautas habituales de percepción. Así como existen métodos formales
para lograr movimiento a partir de una idea existen también modos formales para
plantear provocaciones. Estos proporcionan las técnicas voluntarias del
pensamiento lateral. Por ejemplo, la inversión es un modo simple de lograr una
provocación: uno expone la forma en que algo sucede normalmente y luego lo
invierte o enfrenta a sí mismo.
Las provocaciones no tienen que
ser absurdas o ilógicas. Es factible considerar ideas muy serias como
provocaciones. Si alguien nos propone una idea que no nos agrada y que
podríamos desechar instantáneamente con el sombrero negro, podríamos ponernos
el sombrero verde y tratarla como provocación.
Otro modo de obtener
provocaciones e utilizar palabras al azar de un diccionario para alinearlas con
nuestro tema. Con una provocación puede no haber una razón para decir algo
hasta después de haberlo dicho. La provocación conlleva un efecto y es el valor
de dicho efecto lo que justifica la provocación.
La definición de azar implica que
la palabra no tiene relación específica alguna. Sin embargo, en la lógica de un
sistema asimétrico de pautas es fácil detectar porqué funciona una palabra
casual. Ofrece un punto de partida diferente. Mientras repasamos el camino a
partir del nuevo punto de partida, aumentamos la posibilidad de llegar a un
camino que nunca habíamos seguido si hubiéramos pensado directamente en el
tema.
Muchas personas dejan de pensar
apenas llegan a la solución de un problema, quedan satisfechos con la primera respuesta
que surge. Sin embargo en la vida real suele haber más de una respuesta
correcta. Debemos partir después en busca de alternativas. Podemos disponer de
un sistema adecuado de hacer algo, pero eso no significa que no podamos tener
uno mejor. Esta es la base de todo perfeccionamiento, más allá de la corrección
de errores o solución de problemas.
Nuestra búsqueda de alternativas
es verdaderamente la búsqueda de un camino mejor, pero hay ocasiones en las que
no contamos con un modo de proceder. La aceptación de la posible existencia de
alternativas y la búsqueda de las mismas son elementos fundamentales del
pensamiento y apuntan al hallazgo de nuevas alternativas. El deseo de buscar
alternativas es parte clave del pensamiento del sombrero verde. En la
capacitación empresarial se pone mucho énfasis en la toma de decisiones: la
calidad de una decisión depende mucho de las alternativas disponibles.
Mucha gente cree que el rastreo
lógico cubre todas las alternativas. Este podría ser el caso en un sistema
cerrado, pero raramente es así en la vida real. Es un error muy común en los
pensadores rígidos perfilar categorías alternativas principales y no ir más
allá, profundizando en clases, subclases…
La pausa creativa surge cuando
decimos : no hay razón aparente para que me detenga en este punto a considerar
alternativas, pero lo voy a hacer. Estamos tan orientados a problemas que
cuando no los hay preferimos seguir y no detenernos y crearnos más trabajo
mental.
La creatividad es cuestión de
habilidad, talento y personalidad, aunque la gente piensa que son las dos
últimas. La creatividad no es un don especial, es una parte normal y necesaria
del pensamiento de cada uno. Si se enseña a una la “lógica” de la creatividad,
puede producirse un efecto en su actitud respecto a la creatividad. A nadie le
gusta que lo consideren parcial. Un pensador que destaca con el sombrero negro
también deseará que lo consideren bueno con el sombrero verde. La evidente
brecha entre los sombreros verde y negro significa que el experto de sombrero
negro no cree que necesite reducir su negatividad para ser creativo.
Uno de los aspectos más débiles
de la creatividad es la “cosecha de ideas”. Tendemos a buscar únicamente la
sagaz solución final. Ignoramos todo lo demás. Aparte de esta solución puede
haber mucho más de valor, direcciones conceptuales dignas de considerar. Parte
del proceso creativo debería ser la formación y adaptación de una idea a fin de
acercarla a la satisfacción de dos tipos de necesidades. La primera de ellas es
la de la situación y la segunda la de las personas.
El sombrero azul nos indica que
debemos dejar de pensar en el tema para pensar en el pensamiento necesario para
sondear dicho tema. El color azul es símbolo de control panorámico, sugiere
distanciamiento, tranquilidad y autodominio. El sombrero azul controla el
protocolo.
Las computadoras siguen un
programa que les dice qué deben hacer en todo momento. El sombrero azul es el
sombrero programador del pensamiento humano. Con este sombrero podemos
presentar un plan de pensamiento detallando los pasos que deberían seguirse en
una secuencia precisa. También podemos usar el sombrero azul para dar las
instrucciones momento a momento.
A menudo el pensamiento procede a
la deriva, reaccionando según lo que surge momento a momento. Existe la
suposición de que el pensamiento se moldea con la experiencia pasada y las
restricciones del presente, de forma tal que un resultado “evoluciona” y se
depura con la crítica.
Quienes se hallan involucrados en
una situación dirán que en todo momento han estado pensando en el tema cuando
se sientan formalmente a deliberar. En efecto, el fin de dichas deliberaciones
no es tanto pensar sino intercambiar los resultados del pensamiento que ya se
ha efectuado. En este punto nos encontramos cerca del tipo de debate
argumentativo, tan típico del pensamiento occidental. El pensar por cuenta
propia requiere una estructura de sombrero azul. El pensamiento de sombrero
azul se usa también para organizar otros aspectos del pensamiento, tales como
la evaluación de prioridades o enumeración de restricciones.
El pensamiento de sombrero azul
permite formular las preguntas adecuadas, definir el problema. Un foco puede
ser amplio o cerrado. Dentro del foco amplio puede haber varios focos cerrados
específicos. Lo que importa es que el foco se debe manifestar de un modo
preciso.
Un problema es en realidad un
tipo especial de pregunta: ¿cómo lograr esto? Y va acompañado de ¿es este el
verdadero problema? ¿por qué queremos solucionar este problema? ¿cuál es el
problema subyacente? En lugar de pretender la mejor definición de un problema
es más práctico presentar una serie de definiciones alternativas.
Una de las funciones del
pensamiento de sombrero azul es diseñar el software del pensamiento para que
piense sobre un asunto determinado. Es posible tener estructuras fijas que
pueden aplicarse a cualquier situación. Existe una estructura de este tipo que
denomino PISCO (Propósito, Ingreso, Soluciones, Elección, Operación). El
programa variará de situación en situación. Un programa de negociaciones no
será igual a un programa para decisión. Incluso en el área de toma de
decisiones, el programa que se utilice para un tipo de decisiones no será el
mismo que el utilizado en otro tipo de decisiones. El pensamiento de sombrero
azul podría definir zonas de foco que requieren conceptos nuevos. Debería
recordarse que la mayor parte de pensamientos son sombreros negro y blanco, con
un trasfondo de emociones expresadas bajo el sombrero rojo.
El pensador de sombrero azul considera
el pensamiento que se desarrolla. De tanto en tanto el pensador o los
pensadores de sombrero azul dan un panorama global de lo que ha sucedido y se
ha obtenido. Una de las funciones del pensador de sombrero azul es ser el
fotógrafo que observa y registra el pensamiento que ocurre y ha ocurrido.
El presidente de cualquier
reunión suele tener, por el hecho de serlo, una función de sombrero azul. Se
encarga de mantener el orden y asegurar que se cumpla con la agenda
establecida.
En la práctica existe mucha
superposición entre los diferentes sombreros y no hay necesidad de ser pedante
al respecto. No es práctico cambiar de sombrero con cada acotación que uno
hace. Si no se ha pedido un sombrero específico, no hace falta suponer que cada
comentario aislado deba encuadrarse en uno u otro sombrero. NO basta suponer
que el tipo de sombrero se deduce del tipo de observación efectuada. Lo
importante es precisamente, la disciplina de tratar de seguir un modo preciso
de pensar.
La formalidad del sombrero azul
permite a cualquier pensador ser más directo que si no se contara con este
recurso.
El mayor enemigo del pensamiento
es la complejidad, porque conduce a la confusión. El concepto de seis sombreros
para pensar tiene dos propósitos centrales. El primero es simplificar el
pensamiento, permitiendo que el pensador trate una cosa después de la otra. El
segundo propósito central de los seis sombreros para pensar es permitir una
variación en el pensamiento. Este entorno proporciona un lenguaje preciso y no
ofensivo sin amenazar el ego de las personas.
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