RESUMEN DEL LIBRO "EL HOMBRE DE LA ARMADURA OXIDADA", DE ROBERT FISCHER
El hombre de la armadura oxidada, Robert Fischer
Un caballero que vive de salvar
damiselas en apuros y matar dragones es conocido por su buen hacer profesional
y el brillo de su armadura, del que está muy orgulloso. Vive con su mujer y su
hijo, a los que ve poco como consecuencia de sus frecuentes andanzas y los
cuidados que su armadura requiere.
Un día se queda atrapado dentro
de su armadura, al hacer tiempo que no se la quita, y va al bosque en busca de
ayuda del mago Merlín.
Merlín le hace darse cuenta de
muchas cosas y le indica que el camino para quitarse la armadura es un trayecto
que pasa por tres castillos: el castillo del silencio, el del conocimiento y el
castillo de la voluntad y la osadía. Compartirá camino con una paloma y una
ardilla que han contribuido a alimentarle a través del yelmo y con las que se
comunica mediante lo que él interpreta como voz.
En el primer castillo aprenderá a
escucharse a sí mismo, a vivir el momento y descubrirá que no sabía escuchar,
llorando al pensar cuán sola se habrá sentido su mujer al hablar con un hombre
metido en una armadura. Fruto de las lágrimas y el oxidado de la armadura por
ellas producido, parte del yelmo se deshace y le libera parcialmente la cabeza.
En el segundo castillo, el del
conocimiento, descubrirá cosas sobre sí mismo: su potencial, la necesidad de
amarse para poder amar a otros y que las
cualidades que él admira están ahí y lo único que hay que hacer es reclamarlas.
El castillo que inicialmente estaba en la oscuridad se va iluminando con cada
descubrimiento. Llorará abundantemente e igual que en el castillo anterior, la
armadura perderá su integridad parcialmente por la oxidación liberando el
cuerpo de nuestro protagonista.
En el tercer castillo se enfrenta
en la entrada a un dragón como nunca antes había visto de grande y despiadado,
mas al descubrir que la valentía y determinación hacen pequeño al rival hasta
hacer desaparecer el peligro, la lección está aprendida y no entra en el
castillo propiamente definido.
Finalmente, asume su
responsabilidad sobre su vida, sin juzgarse, y ya sin armadura, por el desgaste
de sus lágrimas. Se queda con la determinación de no volver a ponerse la
armadura y no culpar a los demás por las cosas que pasan en su vida.
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